Taller de producción de mensajes

Publicación del equipo del taller de producción de mensajes, Tecnicatura en Ciencias de la Comunicación del ISDyF n°77 (Munro), coordinada por el lic. Santiago Castellano.

21.7.07

Nueva alumna en el Instituto nº 77 de Florida

En el marco de un nuevo ciclo lectivo, los alumnos de primer año de comunicación social tenemos el agrado de contar con una nueva compañera, llamada Mariana del Bao.
Recientemente ella tomo la decisión de cursar en el instituto nº 77 a partir de este año, debido principalmente a una cuestión económica, ya que los aranceles de las universidades en las que había averiguado por la carrera, le resultaban un gasto importante. Además la cercanía con su domicilio (vive en el partido, en Florida), terminó de inclinar la balanza para que estudiara en el instituto.
Egresada del colegio de Educación media nº 8 de Florida, en el polimodal de Humanidades y Ciencias Sociales, Mariana comenzó a cursar en el año 2004 la carrera de Diseño de Indumentaria en la UBA, estudios que abandonó a finales del año pasado, momento en el cual sintió deseos de estudiar con más detalle a la comunicación y todos los elementos propios de la misma.
Tiene 21 años y desde los 17 es empleada de una talabartería, ubicada en Recoleta, en un negocio en el que se venden artículos regionales; Allí, es una de las encargadas de comercializar los productos, que están dirigidos principalmente a los turistas que visitan la zona, de las más importantes de Buenos Aires. Aunque le permite tener su propia plata, Mariana no está muy conforme con su actual trabajo y siempre menciona la posibilidad de querer desempeñarse en algún puesto relativo al área de publicidad.
Lectora de novelas que retratan casos reales, Pitu, como le dicen sus más cercanos, tiene devoción por su sobrino de un año llamado Ignacio, a quien visita todos los fines de semana en casa de su hermana y además le encanta salir al cine, con sus amigos o con su novio.
Mariana considera a la comunicación como una actividad fundamental de la vida cotidiana y busca como objetivo, en este ciclo de tres años, terminar de comprender cómo está influye en todas las relaciones humanas existentes.

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13.6.07


Perfil

Andrea tiene veintisiete años, vive en Garín y trabaja como empleada en el sector de microbiología de una conocida fábrica de helados. Tal vez el haberse recibido como bachiller en ciencias exactas y naturales debió haber influido cuando la eligieron para ocupar dicho puesto, pero gran parte de ese logro se debe a su constancia y dedicación pese a todas las trabas impuestas en su camino por un sistema socioeconómico que tiende constantemente a la exclusión.

Su interés por la comunicación social proviene de su infancia, ya que como ella misma nos cuenta desde muy pequeña sintió una gran influencia por los medios de comunicación, fundamentalmente la radio. Esta influencia generó en ella una constante búsqueda de información; búsqueda que en la actualidad la lleva a pensar que los medios deben cambiar su discurso servil para intereses de un reducido grupo social.

Andrea funde esa filosofía de lucha y esfuerzo constante junto a su pasión por la comunicación y busca como objetivo posterior a recibirse en la tecnicatura en comunicación social, insertarse en el mercado laboral de los medios masivos para poder así comprenderlos mejor y tener las herramientas que le permitan poder producir un medio de comunicación alternativo que desestructure los convencionalismos ya impuestos, pudiendo así generar un periodismo diferente, no servil, capaz de llevar información a aquellos sectores que por estar excluidos de los parámetros socioculturales no pueden tenerla.
Taller de producción de mensajes
Docente: Santiago castellano
Olivera Valentin Adolfo Carlos

19.10.06

Crónica de una salida.
Deep Purple en Argentina.


Ni bien nos enteramos de la venida de Deep Purple a Argentina hubo coincidencia de todos los que vivimos en casa en que el espectáculo valía la pena.
Fuimos a comprar las entradas a Obras con treinta días de anticipación para no perdernos el evento.
Los motivos que nos hacían querer presenciar este show eran distintos en cada uno de nosotros. En el caso de mi marido, de 45 años, porque este grupo llenó muchas de sus horas de adolescente. Esa edad en la que un grupo de música que gustaba podía lograr despertar más interés que ninguna otra cosa y provocar una especie de fascinación en todos los que creían saber algo de música o en aquellos que simplemente la disfrutaban. Para mi esposo, saber que estos “monstruos del rock” estarían aquí y que él podría estar a escasos metros de ellos era algo que despertaba en él una fuerte nostalgia y emoción.
Para mis hijas de 21 y 18 años, el motivo era el entusiasmo que les genera todo recital en vivo de un grupo que les gusta. Según ellas, la música se vive de manera mucho más intensa si se la escucha en vivo. La pasión que ellas sienten por este grupo de rock y por otros de la misma época viene de hace años. Probablemente por influencia de su padre, es que, muchas veces, prefieren música que existía antes de que ellas hubiesen nacido a otra que sea contemporánea a ellas.
En mi caso, el motivo de interés era considerar este evento como una buena oportunidad para estar los cuatro juntos, compartiendo un momento de diversión y emoción.
Arreglamos todo como para llegar unas cuatro horas antes del inicio del recital. Es que teníamos entradas para el campo y entonces queríamos estar lo más cerca posible de estos “ídolos del rock”. A pesar de llegar tan temprano, ya había una cola de más de 200 metros. Esperar allí ya era parte del evento, pues mientras lo hacíamos, vendedores de remeras y otros artículos alusivos al grupo pasaban ofreciendo sus mercaderías. Mientras esto ocurría, se iban agregando a la fila “personajes” que parecían surgidos de la década del 70 a través del túnel del tiempo: roqueros pelilargos con camperas de cuero o jean, tachas metálicas, botas, aros, tatuajes, bandanas y mil otros accesorios.
Era interesante observar las edades de los concurrentes. Había grupos de jóvenes pero lo que más abundaba eran los hombres de mediana edad acompañados, en algunos casos, por su pareja de igual edad y en otros, como era el nuestro, por sus hijos adolescentes. Todos aguardábamos en forma tranquila y ordenada hasta que nos dejaron ingresar. Pudimos ubicarnos a unos diez metros del escenario y allí permanecimos parados y en orden hasta que apareció el grupo soporte: “Zeldar”
Ya en este momento, la gente comenzó a saltar y a moverse al unísono, pero lo realmente movilizante ocurrió al aparecer Deep Purple. Todos querían estar cerca, entonces comenzaron los empujones para comprimirse y llegar lo más próximo al escenario posible. Comenzaron también los vaivenes que acompañaban a la música y debían ser seguidos por todos, pues si alguien se quedaba quieto corría grave peligro de caer al piso y ser aplastado. Ahí descubrí cómo se vive un recital desde lo que llaman “pogo”. Después de unos minutos en los que traté de resistir y hacer lo que hacían los demás, desistí y preferí emprender una lenta retirada para seguir el recital desde unos metros más atrás. Desde allí no se podía ver ni vivir del mismo modo, pues no había tanta sensación de cercanía con los músicos, pero se tenía mucha menos sensación de opresión y tensión, pudiendo así relajarse un poco sin recibir ningún empujón ni pisotón. Particularmente pude disfrutar mucho más, a pesar de no poder ver tan bien.
Mientras observaba a la gran masa de gente que, delante de mi, se movía y saltaba al son de la música, pensaba lo fácilmente que en un lugar así pueden producirse accidentes que concluyan en lesiones o hasta en la muerte misma. Inevitablemente pensé en la tragedia de Cromañon y en los chicos que, como nosotros, habían ido allí a divertirse viendo a su grupo favorito de rock y terminaron internados o muertos. Riesgos que corremos todos al concurrir a un sitio donde hay mucha gente hacinada. Riesgos que, aún habiendo tomado precauciones y previsiones, no siempre es posible evitar.
El recital continuó con verdadero entusiasmo y compenetración del público que se sabía las letras de casi todas las canciones y que cantaba a la par de los músicos, prendiendo sus encendedores para moverlos todos a la vez formando una ola y creando una atmósfera irreal que todo lo envolvía. El momento era único, mágico y maravilloso. La gente emocionada y conmovida disfrutaba del espectáculo que sus ídolos les brindaban. Los artistas hicieron bien lo suyo y se sintieron halagados y sorprendidos por la respuesta del público de este lugar del mundo, tan lejano y desconocido para ellos, llamado Argentina.

Carina Alvarez.